CARTA DE RISOTAS
Queridos niños, queridas mamás, queridos papás y querida señorita Juani:
Soy Risotas. Sí, sí… vuestra mascota. Ésa que os ha acompañado durante tantas aventuras y que os tiene mucho cariño a todos. Desde que vivo entre vosotros, soy la calabacita más feliz de todo el universo estrellado ya que, antes de conoceros, mi vida era mucho más aburrida.
Yo nací en un huertecillo y pasé mis primeros años con mis pies hundidos en un surco de una tierra fértil y olorosa. Ese lugar era mi casita y allí crecí arropada por el sol, que me acurrucaba con sus rayos, y por el agua de un riachuelo que cada día me refrescaba. Pero a medida que pasaba el tiempo, me sentía muy sola porque no tenía amigos con quienes jugar. Yo veía emocionada cómo mis vecinas las zanahorias siempre estaban rodeadas de conejitos que correteaban escondiéndose entre ellas. También los tomates de mi huerto se divertían mucho con unos ratoncitos con los que cada tarde jugaban al fútbol. ¡Y los pimientos!, esos eran los mejores porque a ellos se acercaban las libélulas para columpiarse entre sus hojas. Entonces, cada tarde, me ponía muy triste cuando veía que nadie quería compartir sus risas conmigo.
Yo creía que era fea y que mi color anaranjado asustaba a los animalitos. Un día me puse a llorar y a lamentarme por mi soledad y papá Calabacín y mamá Calabaza me abrazaron y me explicaron que yo era muy linda, que mi color naranja era luminoso y brillante y que por eso mi nombre era Risotas porque podía contagiar a todos mi alegría. Mis papás pensaron que mis penas podrían terminar si yo me marchaba de mi surco en busca de otros lugares en donde poder encontrar verdaderos amigos. Como sabía que mis padres no suelen equivocarse, decidí seguir su consejo y, a la mañana siguiente, desenterré mis dos pies de mi surco, besé a mamá, a papá y miré por última vez a las zanahorias, a los tomates y a los pimientos. Todos me desearon lo mejor y comencé a andar por un sendero cuajado de pequeñas flores blancas con botones amarillos.
Empezó a gustarme caminar porque el suelo estaba mullido y las hierbas acariciaban mis pies. Ese paisaje, los olores y las sensaciones eran nuevos para mí. Me sentía ilusionada. Después de un largo trecho, el camino comenzó a estrecharse y vi que, entre unas ramas, había una flecha con un cartel que decía:
“Si por esta senda vas
al colegio de Castuera
muy pronto llegarás
y allí muy bien estarás
porque con muchos niños jugarás”.
Yo no sabía qué era un colegio, pero seguí la indicación del cartel porque quería conocer a esos niños que me ofrecían amistad y así ya no tendría que estar sola. Después de un rato, por fin, llegué a la puerta del colegio y me puse a saltar de emoción.
¡Toc, toc!, toqué tímidamente y me abrió una amable señorita. Se llamaba Juani, iba acompañada de Víctor, uno de sus alumnos, ambos me guiaron a la clase de Educación Infantil de cinco años del Colegio de Castuera. La señorita me dejó pasar y me sorprendió ver que el aula estaba llena de niños y niñas que comenzaron a besarme y a abrazarme. Les dije que mi nombre era Risotas y que quería ser su amigo.
Desde entonces nunca he vuelto a aburrirme. Ya no soy una calabacita triste, soy Risotas, la gran Risotas. Yo soy vuestra mascota y vosotros sois mis queridos compañeros de aventuras porque me habéis dejado entrar en vuestros sueños, en vuestras casas y en vuestras risas. En todo este tiempo hemos ido al circo, hemos viajado en barco por tierras de piratas, hemos buceado por un mar lleno de sirenas, hemos hecho excursiones al campo en bicicleta, hemos viajado por los anillos de Saturno… y todavía nos quedan muchas ilusiones por compartir.
Con cada uno de los niños de infantil he sido muy feliz y deseo permanecer a vuestro lado para que sigáis mostrándome vuestro mundo lleno de fantasía, de magia y de maravillosa inocencia.
Besitos.
RISOTAS
Realizado por VÍCTOR FERNÁNDEZ PRADA.
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